El vínculo de apego en la adolescencia: de la familia a los iguales

6 de Julio de 2022
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En artículos anteriores reflexionábamos sobre la importancia, para un adecuado desarrollo durante la infancia, de los patrones relacionales y de cuidados recibidos de personas adultas significativas.
 
Vuestra reacción como madres, padres, personas cuidadoras ante las necesidades de vuestro hijo y vuestra hija, lleva al desarrollo de patrones de apego que le permiten durante los primeros años de vida experimentar tres aspectos muy importantes:
  • ¿soy una persona digna de ser amada y cuidada? ¿soy importante para alguien?
  • ¿el mundo es un lugar seguro y confiable? ¿o es un contexto negligente, hostil o violento?
  • ¿puedo obtener lo que necesito?
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El apego seguro es el más habitual, y se establece cuando la figura relevante permite la exploración del entorno con la seguridad de estar ahí, presente, atenta a las necesidades del niño o la niña, para cuando se sienta mal o tenga miedo. Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad: el niño sabe que la persona que le cuida no va a fallarle. Y sabe que puede explorar el mundo porque tiene la confianza de que habrá unos brazos acogedores y cariñosos a los que regresar. Sería similar a la imagen que nos sugiere una “radio bien sintonizada”: la melodía suena bien, la persona cuidadora “está en la onda” y percibe con nitidez los mensajes que el niño o la niña emite; y la respuesta es igual de eficaz. Esto permitirá que la persona menor de edad pueda desarrollar empatía y autonomía, tan necesarias para la vida en sociedad. A medida que va creciendo, no le supondrá un esfuerzo unirse íntimamente a otras personas y no sentirá continuamente un amenazante miedo al abandono.
 
En contraposición, el apego inseguro es el resultado de la relación con personas cuidadoras que no pueden sintonizar emocionalmente con las personas menores de edad, ni pueden atender sus necesidades. En este contexto, durante las primeras etapas de la vida se experimenta la vivencia de no ser personas dignas de ser amadas ni cuidadas, y de que el mundo es un lugar inseguro y hostil que no les podrá aportar lo que necesitan.
 
Tipos de apego inseguro:
  • Ambivalente.
  • Evitativo.
  • Desorganizado.
Los distintos tipos de apego construidos durante la primera infancia, nos pueden orientar en gran medida sobre cómo se desarrollarán los procesos relacionales durante el resto de la vida. De este modo, los chicos y chicas con modelos seguros van a resolver mejor la tarea de conseguir autonomía emocional con respecto a las personas adultas cuidadoras, y previsiblemente tendrán también un mejor desempeño en las relaciones amistosas y afectivas.
 
Las personas adolescentes preocupadas-ambivalentes y las autosuficientes-evitativas muestran más dificultades relacionales, mayor desajuste emocional y comportamental.

La adolescencia es un momento de grandes transformaciones cognitivas, emocionales y sociales, que van a tener una repercusión directa sobre los procesos de apego. El surgimiento del pensamiento formal les va a permitir razonar con una mayor complejidad sobre sus relaciones con las figuras de apego, ya sea para pensar alternativas, para compararlas con otras personas adultas, o bien para desidealizarlas o contemplarlas de forma más realista. ¡Este es el momento en el que tu hija o tu hijo adolescente te baja del pedestal!
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La comunicación también suele modificarse desde la pubertad: en esta etapa las chicas y chicos hablan con menor espontaneidad sobre sus asuntos, las interrupciones son más habituales, y la comunicación se hace menos fluida. Además, las discusiones y conflictos entre las personas adultas de referencia y las chicas y chicos pasan a estar muy presentes en la vida cotidiana de la familia.

La persona adolescente comienza a vivir, en un nuevo escenario, la necesidad de activar el sistema de apego y el sistema de exploración. Como ocurría en los primeros años de la infancia, en este momento evolutivo mostrarán mayor tendencia a la exploración si sienten que las personas adultas significativas están disponibles y les muestran su apoyo.

Estudios científicos reflejan que las personas adolescentes con vínculos de apego seguro manejan y transforman los conflictos con las personas adultas implicándose en discusiones en las que ambas partes tienen la oportunidad de expresar sus sentimientos y pensamientos, y tratan de encontrar soluciones a estas discrepancias con fórmulas que atienden a su necesidad de mayor autonomía, preservando al mismo tiempo la buena relación con las personas adultas significativas. Parece evidente que permite un proceso de distanciamiento más saludable.

Si el estilo de apego es inseguro, se vivirá un nivel más alto de estrés en la convivencia familiar, la búsqueda de autonomía puede ser considerada una amenaza para la autoridad de las personas adultas, y todas las personas de la familia pueden verse afectadas por una fuerte carga afectiva fruto de los conflictos y desacuerdos.

Cuando el tipo de apego es evitativo o autosuficiente, frecuentemente las discusiones se resuelven de forma poco productiva, difícilmente se alcanzan soluciones negociadas y la retirada del conflicto puede ser la estrategia más frecuente. Si se reitera esta dinámica, será menos probable poder renegociar la relación parento-filial para atender las nuevas necesidades de autonomía, y por el contrario podrá haber un mayor riesgo de rechazar y cortar la relación con las personas adultas significativas.
 
Las personas adolescentes con un vínculo preocupado-ansioso podrán implicarse más frecuentemente en discusiones muy intensas e improductivas, sobredimensionando la vivencia de los conflictos familiares, lo que puede entorpecer la resolución de ciertas tareas relacionadas con la autonomía personal si optan por la aparente solución de renunciar a ella.

La necesidad de las niñas y niños de lograr la aprobación de las personas adultas significativas se amplía, desde la pubertad, a las relaciones con iguales. La búsqueda de proximidad y apoyo emocional va trasladándose a las relaciones de amistad, mientras que seguirán necesitando de la base segura que le proporcionan las personas adultas para regular su ansiedad. ¿Sus amistades se han convertido en el centro de su universo? Este es un cambio muy evidente en esta etapa del desarrollo. Esta doble seguridad (familia y amistades) les aportará confianza para afrontar situaciones nuevas, como el inicio de las relaciones de pareja.

Este proceso de acercamiento al grupo de iguales cumple tres funciones diferentes. En primer lugar, ayuda al adolescente a relajar los lazos con las personas progenitoras y a conseguir cierta autonomía emocional. En segundo lugar, es una experiencia en relaciones igualitarias que le va a preparar el camino para el comienzo de las relaciones afectivo-sexuales. Y en tercer lugar, va a permitirle disponer de varias personas en las que apoyarse, lo que puede resultar muy útil en situaciones de estrés en que alguna de estas figuras pudiera no estar disponible.
 
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Los modelos de apego construidos en la infancia también van a guardar relación con los vínculos que la persona adolescente establezca con sus iguales. Es importante la relación entre la seguridad en el apego y la competencia mostrada en las relaciones con los iguales. Las personas adolescentes con estilo de apego seguro se muestran más cómodas en las interacciones afectivas que tienen un componente de intimidad, como las relaciones de amistad y las relaciones de pareja, y son percibidas como más competentes socialmente: son mejor aceptadas, y se les considera populares.

Las personas adolescentes inseguras suelen mostrar unas expectativas negativas con respecto a las demás personas, y una comunicación distorsionada, que las puede llevar a mantenerse alejadas emocionalmente de otras chicas y chicos que podrían llegar a ser amistades significativas, siendo en ocasiones percibidas como hostiles y distantes. Si presentan un estilo ansioso preocupado pueden mostrar un gran interés por establecer relaciones sociales, con un elevado contenido emocional relacionado con la intimidad y con la búsqueda de apoyo, lo que puede llevarles a un pobre desempeño.

Parece demostrado que el estilo de apego que se establece durante la infancia evoluciona a lo largo de la adolescencia hacia un sistema que tiene que ver con la autorregulación emocional. Y es que, a pesar del aumento de la autonomía, los chicos y las chicas siguen necesitando a sus figuras de apego (personas adultas significativas) para que les ayuden en la regulación de sus emociones y en la reducción del estrés y malestar psicológico, sobre todo al inicio de la etapa de la adolescencia.

Este momento evolutivo de transición entre la infancia y la adultez, tan importante para la persona, supondrá la evolución en las funciones del sistema de apego: de la necesidad de protección ante amenazas físicas a la regulación de las emociones en situaciones de estrés emocional.

Tu hija, tu hijo, SIGUE NECESITÁNDOTE para que le acompañes en los nuevos retos que le presenta la vida: para que le ayudes a calmarse, a desarrollar su autoconfianza, a alegrarse con sus logros y a acompañarle en el dolor de sus desengaños. ​​

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