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Disfrazarse es uno de los juegos favoritos de nuestros hijos/as. A través de los disfraces y de los personajes que representan, pueden ensayar diferentes papeles, distintas emociones y sentimientos, ver el mundo desde otro punto de vista y hacer cosas que probablemente no podrían llevar a cabo en otras situaciones.
No es necesario esperar a Carnaval. Ten en cuenta que el juego con disfraces cumple una importante labor pedagógica en los ámbitos social, afectivo-emocional, cognitivo y psicomotor. Nuestros niños/as desarrollan el juego simbólico, es decir, “juegan a ser” dando vida a su imaginación y creando situaciones en las que adquieren ciertos roles e incluso, por qué no, responsabilidades.
Escondidos bajo su disfraz, se ven libres para expresar sus sentimientos. Ten en cuenta que incluso algunos pediatras utilizan en sus terapias este divertido juego de disfraces y recomiendan a los padres que jueguen con sus hijos/as.
Disfrazarse obliga a los niños/as a experimentar con el lenguaje, el vocabulario y el lenguaje corporal. Tienen que anticiparse a lo que diría el personaje al que interpretan, practicando y experimentando con palabras y frases que no usan normalmente, revisando todo lo que han oído y pensando cómo pueden usarlo.
Disfrazarse no tiene reglas y no entiende de modas. Déjales a mano la ropa vieja, guantes, sombreros, toallas o todo aquello que ya no te valga, para que lo aprovechen y lo integren en sus juegos. Además… ¡les encantará disfrazarse de ti!
Eso sí, apuesta por disfraces que transmitan mensajes positivos.
¡Su imaginación es el límite! ¡Déjales que la exploren al máximo!
Disfrazarse en un juego muy divertido que tiene múltiples beneficios:
• Facilita la empatía
• Fomenta la creatividad
• Estimula la inteligencia y el desarrollo del vocabulario
• Libera tensiones
• Aumenta su confianza
• Facilita el pensamiento simbólico
• Potencia la imaginación
• Fomenta el desarrollo emocional
• Mejora las habilidades comunicativas
• Desinhibe