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Acompañar el proceso de desarrollo de una persona hasta La adultez exige, por parte de las personas cuidadoras, un continuo reajuste de los objetivos, habilidades y capacidades que se deben poner en juego.
Durante los primeros años (período intrauterino, perinatal, lactancia y primera infancia), la responsabilidad de las personas cuidadoras es garantizar la supervivencia y la seguridad del niño y de la niña. También es la de preservar y favorecer el desarrollo de la totalidad de las áreas que conforman la persona: social, emocional, afectivo-sexual, también los intereses y características que hacen los individuos únicos e irrepetibles.
La etapa vital de la adolescencia significa que deban navegar en una realidad cada vez más compleja y en contacto con personas ajenas a la familia, así como a los conflictos internos que supone tener un pie en la infancia y otro en la juventud.
En este artículo, te propongo reflexionar sobre el vínculo de apego y su evolución en la adolescencia.
- ¿Evoluciona el estilo de apego durante las distintas fases del desarrollo de la persona? Si algo define el ser humano es la constante capacidad de resiliencia: el poder resistir y rehacernos, debido a las sucesivas experiencias con las que nos encontramos. Las nuevas necesidades y circunstancias van a exigir respuestas nuevas y creativas para afrontarlas con un cierto nivel de éxito. En la adolescencia, es imprescindible el apoyo y la enseñanza parte de las personas adultas significativas para esta evolución y aprendizaje.
- ¿Influyen las relaciones que establecemos con personas ajenas a nuestra familia de origen? Sí, durante todo el proceso evolutivo nos enriquecimos en la relación con personas que completan nuestro mundo afectivo y social, y que pueden ser de una importancia decisiva en nuestro desarrollo. El concepto persona tutora de resiliencia se refiere a todas esas personas que nos encontramos en los primeros períodos de nuestra vida, con las que establecemos una relación significativa y que nos miran con «gafas apreciativas» y nos ayudan a sentirnos capaces, valiosos, y dignos de ser amados. Disponer de un contexto protector e implicado que arrope la familia marca en muchos casos a diferencia entre poder avanzar o permanecer en la vulnerabilidad.
YO CONTIGO Y TÚ CONMIGO
Nunca es suficiente el tiempo que le dediquemos a observar y a reflexionar sobre las necesidades en la adolescencia, ni sobre la relación que se establece en esa etapa con las personas adultas y entre iguales, porque cada relación con esa persona en crecimiento supone una maravillosa oportunidad de crecer conjuntamente. Yo crezco contigo y tú creces conmigo.
Seguro que si os pregunto a las madres y padres qué deseo pediríais con respeto a la relación con vuestras hijas e hijos, diríais: que no tenga que decirle «deja el móvil»; que cuándo lo/la llame a cenar, diga «sí, ahora mismo»; que cuando le pregunte «¿qué tal el día?», me conteste algunas palabras más que ese monosílabo susurrado. Sin embargo, también creo que al terminar esta respuesta diríais: no, no es cierto del todo; me gusta como es mi hija, mi hijo. Mencionaríais, por ejemplo, que tiene mucha creatividad, también simpatía cuando quiere, o que os sorprende con detalles inesperados que os emocionan, y que tenéis la certeza de que es una persona muy valiosa y con mucho bueno que ofrecerle al mundo.
Relacionarnos y convivir con personas adolescentes los ayudan a crecer, a reflexionar, a admirarnos con lo inesperado. También a explorar qué significa el amor, el miedo, el compromiso, el enfado o la frustración. Tú sientes conmigo, yo siento contigo.
En la relación interpersonal, todos los individuos crecemos, cambiamos, evolucionamos, nos enfrentamos a retos y recibimos amor.
Las personas adultas (madres, padres, familiares, sociedad) tenemos que ser el puerto seguro en el que las personas en proceso de desarrollo encuentren afecto, impulso, una mirada apreciativa y una contención emocional cuando regresen.
¿Puede haber una aventura más apasionante? Ojalá todas las madres y padres encontréis en la sociedad el apoyo y respeto que merecéis para hacerle frente a la importante tarea de educar y criar personas destinadas a ser autónomas, responsables y felices.
Yudit González Núñez. Psicóloga. Coordinadora del Programa de integración familiar de la Fundación Meniños en Ourense