Estilos de apego

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En el artículo "El apego: una necesidad básica para el desarolo humano" reflexionábamos sobre la importancia, para un adecuado desarrollo durante la infancia, de los patrones relacionales y de cuidados recibidos de personas adultas significativas.
Si este vínculo es de seguridad, se convertirá la etapa infantil en una base para explorar el mundo, y en un refugio al que regresar de nuevo tras las aventuras.
 
Vuestra reacción como madres, padres y personas cuidadoras ante las necesidades de vuestro hijo y vuestra hija, lleva al desarrollo de patrones de apego que le permiten durante los primeros años de vida experimentar tres aspectos muy importantes:
  • Soy una persona digna de ser amada y cuidada? Soy importante para alguien?
  • El mundo es un lugar seguro y confiable? O es un contexto negligente, hostil o violento?
  • Puedo obtener lo que necesito?
Muchas de las personas que ahora estáis leyendo esto os identificáis como personas seguras, porque, por lo menos, una de las cuidadoras o cuidadores en vuestra infancia os trató con sensibilidad, aprecio e interés por vuestro bienestar. Además, pudo imaginar vuestras necesidades en cada momento, y pudo atenderlas acertadamente en la mayoría de las ocasiones. Y cuando se equivocó, pudo rectificar. Estas vivencias permiten recordar los primeros años de la vida con la alegría de recibir amor y respeto. Se llama apego seguro. ¡Un maravilloso legado!
 
Pero existe también la experiencia contraria: personas que en su infancia no fueron tratadas con la atención y cuidados que necesitaban y merecían, porque las personas adultas no se los pudieron aportar. Estaríamos hablando de un vínculo de apego inseguro.
 
Es la cadena de la vida, que tiene infinitos eslabones que se remontan generaciones y generaciones. Cuando tenemos frente a nosotros a una persona, en realidad tenemos el reflejo de los cuidados recibidos en su familia durante lustros, décadas? Quien recibió un buen trato, probablemente podrá tratar bien. Quien recibió buenos cuidados, en la mayoría de los casos podrá cuidar adecuadamente. Quien no, lo tendrá más difícil y por tanto necesitará del entorno para que lo/la apoye, lo/la enriquezca y lo/la ayude.
 
Factores que influyen en las personas cuidadoras y en la crianza que les pueden ofrecer a las personas menores de edad:
  • La salud emocional, mental y física.
  • Socioeconómicos, y de forma negativa la situación de pobreza y exclusión social.
  • El contexto en las que están inmersas y el grado de respeto y apoyo que reciben.
  • Las capacidades y habilidades para atender las necesidades de esas niñas y niños.
Mary Ainsworth (1913-1999) diseñó un experimento con el que poder observar la reacción de los niños y niñas cuando se separaban de sus madres. Identificó que se comportaban de formas muy diferentes en los tres momentos de la situación de laboratorio: cuando estaba su madre presente, cuando se ausentaba y se quedaban con una persona adulta desconocida, y posteriormente, cuando ella regresaba.

A partir de la observación de las diferentes reacciones infantiles, describió tres tipos de apego: el seguro, el inseguro ambivalente y el inseguro evitativo. Con posterioridad, se identificó otro estilo más: el desorganizado.

El experimento estudió el vínculo de la niña o el niño con su madre; en la actualidad, la experiencia confirma que padres y persona significativas no progenitoras también pueden establecer vínculos de seguridad en la infancia, garantizando un óptimo desarrollo.
 
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El apego seguro es el más habitual, y se establece cuando la figura relevante permite la exploración del entorno con la seguridad de estar ahí, presente, atenta a las necesidades del niño o la niña, para cuando se sienta mal o tenga miedo. Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad: el niño o la niña sabe que la persona que lo/la cuida no le va a fallar. Y sabe que puede explorar el mundo porque tiene la confianza de que habrá unos brazos acogedores y cariñosos a los que regresar.
 
Sería similar a la imagen que nos sugiere una "radio bien sintonizada": la melodía suena bien, la persona cuidadora "está en la onda" y percibe con nitidez los mensajes que el niño o la niña emite; y la respuesta es igual de eficaz.
 
Esto permitirá que la persona menor de edad pueda desarrollar empatía y autonomía, tan necesarias para la vida en sociedad.
 
A medida que va creciendo, no le supondrá un esfuerzo unirse íntimamente a otras personas y no sentirá continuamente un amenazante miedo al abandono.
 
En contraposición, el apego inseguro es el resultado de la relación con personas cuidadoras que no pueden sintonizar emocionalmente con las personas menores de edad, ni pueden atender sus necesidades. En este contexto, durante las primeras etapas de la vida se experimenta la vivencia de no ser personas dignas de ser amadas, ni cuidadas, y de que el mundo es un lugar inseguro y hostil que no les podrá aportar lo que necesitan.
 
Tipos de apego inseguro:
  • Ambivalente.
  • Inseguro.
  • Desorganizado.
El término "ambivalente" se refiere a la presencia de emociones o sentimientos contrapuestos, lo cual frecuentemente genera angustia. En el caso del apego ambivalente, la niña o el niño tienen una experiencia constante de falta de certeza, porque a veces las personas que los/las cuidan están disponibles y "sintonizadas" para atender sus necesidades, y otras veces no lo están; lo constante es la inconsistencia en las conductas de cuidado y seguridad.
 
Las emociones más frecuentes en este tipo de apego son el miedo y la angustia exacerbada ante las separaciones, así como una dificultad para calmarse cuando la persona cuidadora regresa. Todas las niñas y los niños necesitan la aprobación de las personas adultas significativas y vigilan de manera permanente que no les abandonen. Debido a la respuesta inconsistente, cuando el apego es ambivalente exploran el ambiente de manera poco relajada y procurando no alejarse demasiado de la figura de apego.
 
Habitualmente se consolida como relaciones de dependencia hacia las personas significativas, y de desconfianza y temor hacia las desconocidas.
 
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Por lo que respeta al apego evitativo, es el vínculo que resulta de las situaciones en las que la persona cuidadora significativa no puede estar presente, sensible, atenta, ni sintonizada con las necesidades de la persona menor de edad. Especialmente en el que se refiere a afecto y protección. Así, la experiencia es la de que "no hay nadie" que la cuide, que la vea y para la que ser importante. Se les presta poca o nula atención y no llegan a desarrollar confianza en sí mismas, con muchas dudas de si alguna persona las quiere.
 
En el experimento de la situación extraña que propuso Mary Einsworth, estas niñas y niños evitan a las personas que las/los cuidan, y no buscan el contacto ni el consuelo en ellas. Cuando se alejan no suelen mostrar grandes niveles de sufrimiento o miedo y su regreso no resulta especialmente celebrado y existe cierto nivel de indiferencia o evitación del contacto con ellas.
 
A medida que crecen, no recurren a las personas adultas buscando seguridad y protección cuando tienen miedo o algún problema. Esta respuesta de evitación es la forma de defenderse de una probable respuesta de abandono. "Mejor no pido lo que necesito, y así no me enfrento a otra respuesta de abandono o desatención".
 
El tercer tipo de apego inseguro es el apego desorganizado: es la preocupante respuesta que el niño o la niña logran dar cuando las figuras cuidadoras son al mismo tiempo generadoras de daño y generadoras de cuidados, aunque de forma imprevisible, aleatoria e intensa. Se produce en contextos de maltrato, abuso y violencia.
La ausencia de la persona cuidadora genera tranquilidad (porque no infringirá daño), y al mismo tiempo temor e inseguridad. Posteriormente, su regreso puede producir en el niño o la niña una respuesta de alegría o de temor, pero no buscará la cercanía.
 
La expresión infantil del apego desorganizado es grave, variable y recoge un abanico amplio de conductas, que van desde la indiferencia a la agitación inconsolable. En la mayoría de las ocasiones, estas respuestas no logran el resultado necesario: que la persona menor de edad sea vista, escuchada, atendida, cuidada y amada. Será necesario garantizarles un contexto seguro en el que poder continuar el proceso de desarrollo en condiciones suficientes de protección. Asimismo, se les deberá ofrecer ayuda a las personas adultas, para que puedan mejorar sus capacidades y habilidades de crianza.
 
¿Qué puedes hacer como madre, padre, o persona cuidadora para generar un apego seguro con tu hija, con tu hijo?
  • "Sintonízate", de forma atenta e interesada con lo que necesita.
  • Da una respuesta acorde.
  • Si te equivocas, repara: prueba otra alternativa.
  • Muestra interés por conocerlo/la y escucharlo/la.
  • Dale importancia a sus emociones.
  • Exprésale lo importante que es para ti, y para el resto del mundo: bésalo/la, abrázalo/la. Esto hará que se sienta una persona valiosa, digna de ser amada y bien tratada, y le permitirá confiar en que habrá más personas en su vida que lo/la tratarán así.
Actualmente existen múltiples factores psicosociales que tienen consecuencias importantes en la formación de estos vínculos primarios. Por ejemplo, la dificultad para la conciliación laboral, la pobreza, la exclusión social, la violencia, la vulnerabilidad debido a la merma de la salud emocional, física y mental. Esto nos hace ver que la tarea de formar estilos de apegos seguros le compete a toda la sociedad, no solo a las madres, a los padres o a las figuras vinculares próximas.
 
En posteriores artículos, te propongo reflexionar sobre el vínculo de apego y su evolución en la adolescencia: de la familia a los iguales.
  • ¿Evoluciona el estilo de apego durante las distintas fases del desarrollo de la persona?
  • ¿Cómo se manifiesta en la adolescencia?
  • ¿Influye en las relaciones que establecemos con personas ajenas a nuestra familia de origen?
  • ¿Qué importancia tiene el estilo de apego en el establecimiento de relaciones efectivas, de pareja y de amistad?
  • ¿Se puede modificar? ¿Cómo una persona se puede vincular progresivamente de forma más segura con su entorno?
Yudit González Núñez. Psicóloga clínica, técnica del programa de intervención familiar, psicoterapeuta del programa Caixa Proinfancia y coordinadora de Fundación Meniños en Ourense.

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